viernes, febrero 08, 2008

Lo que vino primero: Los Angeles

Como yo soy una persona sin vida interior, es decir, que siempre lo largo todo, creo que no hay nadie que lea esto que no sepa que hago aquí, en Un Sitio Americano. Sin embargo, por si se cuela algún lector de los que llegan al blog por casualidad (o sea, los que buscan "20 angelitos" en google, qué ilusión, y qué hará alguien buscando "20 angelitos" en Internet, me pregunto yo), voy a poner al personal en antecedentes.


Resulta que yo tengo un novio que toca en un conjunto beat, digo no, tengo un novio que está estudiando un Masters del Universo en una Venerable Institución de Londres. El Masters del Universo incluye la posibilidad de cursar un cuatrimestre en el extranjero, que lo mismo puede ser Sydney, que Ciudad del Cabo, que Chicago (iba a poner Matalascañas, pero no, en Matalascañas no se puede. Mejor suerte la próxima vez). En nuestro caso, pues nos ha tocado Nueva York, y qué íbamos a hacer, más que un tremendo sacrificio viniendo a vivir con los yanquis sin anestesia ni nada.


Entramos en este país por la puerta Oeste, concretamente por Los Ángeles. El joven estudiante Masters del Universo tenía que hacer un trabajo para la Venerable Institución, así que, durante una semana, me deciqué a vaguear al cálido sol de California y contemplar perpleja el panorama que se desarrollaba a mi alrededor (del que ya hablé aquí).


Hollywood manda y la ley del culto al cuerpo se impone en esta tierra. Creo que ya conté que, cuando bajaba a desayunar a las 6 de la mañana (el jet-lag es lo que tiene, que hace parecer muy diligente cuando se vuela hacia el oeste), me cruzaba con los demás clientes del hotel, en riguoroso fitness suit, que iban a correr por la playa, o a vigorizarse en el gimnasio, o cualquier otra modalildad que implicase maltratar al cuerpo hasta extremos inhumanos. La cosa me sorprendió cuando vi que el hotel no era sino un microcosmos de la ciudad: por doquier había gimnasios, salas de bronceado, clínicas de estética. Yo buscaba infructuosamente ese 50% de obesos que todo el mundo dice que hay en Estados Unidos. Pero, obviamente, buscaba en el sitio equivocado.






Bienvenidos a Beverly Hills, donde todo el mundo tiene un sueño. ¿Cuál es su sueño? Pues el de los que habitan aquí es, sin duda, parecer. Más joven, más alto, más guapo, más rubio con piel morena. Nunca antes había visto tanta lipo evidente, tanto tinte amarillo a discreción, tanta silicona equitativamente repartida. Hasta los perros van a la peluquería aquí. La verdad es que, cuando se vive fuera de la presión, resulta fascinante. Vivir dentro de la presión, imagino que será otra cosa, claro.


****

Como hoy todos estáis muy viajados, seguro que ya habéis visitado Los Ángeles, Beverly Hills, Bel-Air y Hollywood. Pero para quien, como yo, solo haya visto lo que nos enseña el cine, ver el escenario real de todo eso tiene mucho de excitación al principio y mucho de (lamento decirlo) decepción al final.


(Empiezo párrafo nuevo a propósito. El que no quiera que se le caigan los palos del sombrajo, o sea, el que no quiera saber, que salte directamente al apartado siguiente. No digáis que no os he avisado).


¿Os acordáis cuando nos contaban, con muchísimos aspavientos, que la ceremonia de los Oscar se trasladaba del Teatro Chino al Teatro Kodak de Hollywood? Muchos nos imaginábamos que era un cambio de una punta a otra de la ciudad, y soñábamos que a un teatro con glamour le sucedía otro teatro de mayor ensueño, si cabía... Pues bien, queridos niños. La triste realidad sobre Hollywood es ésta:


- El archifamoso Teatro Chino está pared con pared con el archifamoso Teatro Kodak. Así que el tal cambio no fue en realidad para tanto. Por cierto, que ambos teatros (cuesta escribir esto) forman parte de un anodino centro comercial. Sí, sí, un centro comercial como el Carrefur, con su aparcamiento subterráneo, sus tiendas de franquicia y sus dos típicas salas de cine (en este caso: Kodak y Chinese).




- El famosisisisisisisísimo Hollywood Boulevard, con el Paseo de la Fama y toda la parafernalia aparejada, no es sino una calle polvorienta, destartalada, llena de tiendas de baratijas y en general con un aspecto muy cutre. Las estrellas de la fama están desconchadas, sucias, ilegibles, apenas visibles en un ambiente general de decadencia y abandono. De todos los mitos, probablemente éste es el que hizo más ruido al caer. Porque se ve que no ha sido siempre así. La avenida está plagada de lo que en su día debieron ser cines majestuosos y que hoy malviven como teatros de espectáculos baratos, desvencijados, rotos, fantasmas de lo que en un día fueron. Uno se pregunta con rabia: Caramba, con todo el dinero que malgastan las estrellonas, ¿nadie pone un duro por salvar esto?




- Las famosisísimas letras de Hollywood sobre la colina están, como no podía ser de otra manera, a la quinta puñeta desde el mismo Hollywood, y para llegar a ellas hay que hacer auténticos juegos de equilibrismo. Así que hubo que conformarse con verlas desde lejos...





No quiero que lo que escribo suene negativo (claro, qué fácil, después de vomitar tanta porquería). Quitando el resbalón de Hollywood (que SÍ fue una decepción real), la semana en Los Angeles fue placentera, tranquila, como nadar en fresas con nata. Contribuía mucho estar en un hotel de PMM* pagado por una empresa totalmente desconocida, tener un cochazo de PMM* a plena disposición, y disfrutar de playa y solecito en pleno enero. En general me gustó la tranquilidad de la gente (el tener una obsesión con el físico te libera, en general, de todas las demás obsesiones de la vida moderna), la abundancia de vegetación y palmeras en lo que yo me imaginé siempre como un erial y el ver (jajaja) que todavía existen hippies en California, sólo que hoy regentan tiendas de alquiler de bicis en lugar de fumar hierba en la comuna. Así que, cuando hubo que poner proa a San Francisco, un poco de penita sí que me dio. A lo mejor es que he nacido yo también para el dolce fare niente, o sea, que lo de vaguear me va...





¿Continuará?




* = Parque Móvil Ministerial. A ver qué pensabais, ¡Dios, qué país!

2 comentarios:

susana dijo...

tu blog es buenisimo me encanta todo lo que haces, tiene mucho talento
Un besazo de una ilicitana

M. José G. Barrientos dijo...

Chuli así me gusta me des oportunidad para seguirte, ya que Jaime no me da para mucho más cuando estoy en casa.

Aunque mirándolo bien, entrar en tu blog y ver tu vida, es como para deprimir a las demás, ahora que ya ya me tocará otra época buena.

Besitos a los dos, se os ve genial.

Maria José y Niels