Pues heme aquí, en plena California soleada, frotándome los ojos (es muy intenso el sol) y mirando perpleja para un lado y otro.
Aunque casi todo el mundo ha venido ya a Un Sitio Americano, yo, novata recién llegada, estoy experimentando la satisfacción de comprobar que todos los lugares comunes son ciertos. Los policías de la aduana, los coches inmensos, el culto desaforado y extremo al cuerpo, las compras, compras, compras, y hasta los vigilantes de la playa tipo Mitch Buchanan, con furgoneta amarilla, caseta y bañador rojo incluido.
De todos ellos, la aduana fue el único que me hizo sentir cierta zozobra. El policia tamaño armario que describen todos los tópicos me hizo sudar en frío, haciéndome un interrogatorio de lo más minucioso sobre cómo era posible que tuviera yo tantas vacaciones, y si tenía dinerito en el banco para pagarme aquí la estancia, mientras yo, con la mejor cara de tonta de toda mi colección, tragaba saliva y balbuceaba respuestas mientras me veía volviendo a casita sin pisar la tierra de promisión. Nunca pensé que el ruido que hace un sello al estampillar un pasaporte podía ser tan placentero.
El periplo de las Américas ha empezado con una semana en Los Ángeles antes de ir a crionizarme por vía natural en Nueva York. Y como sólo voy a pasar una semana aquí, me estoy dejando llevar por la superficialidad de un sitio donde lo único que importa es cuánto estás de relacionado con la industria. La única que hay, claro: ¡el cine! Así que yo, que estoy relacionadísima porque he visto cine comercial, cine de autor y cine en versión original, paseo por Rodeo Drive y el Front Ocean View con la mayor naturalidad, saludando a mis pares que van, como yo, en chándal y zapatillas (culto al cuerpo) y con rigurosas gafas de sol (aire de misterio por si el día de mañana nos convertimos en estrellas del celuloide).
¿Continuará?
miércoles, enero 16, 2008
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