lunes, noviembre 14, 2005

El artista del aquaplas

Pues resulta que hemos empezado la mañana con el propósito bien definido de pintar el salón, que para eso nos hemos hecho una ruta por todos los centros comerciales de Barcelona que en la metrópoli son.

Imagínense a una pareja, manazas-macho y manazas-hembra, bastante torpes para los trabajos manuales (yo prefiero decir que es que somos una pareja intelectual de altura, que siempre es otra forma de reconocerlo, pero más elegante), enfrentarse a las cuatro paredes desnudas del salón con cierta desconfianza. De repente, hete aquí que el manazas-macho, demostrando que todas las teorías de la evolución no son más que un entretenimiento para crear cátedras en las universidades, siente la llamada del instinto innato del bricolaje, se acerca a los agujerillos de la pared y, para gran estupefacción de la manazas-hembra, que no siente ninguna llamada de nada, se pone a recubrilo todo con aquaplas y, por qué no decirlo, con cierto arte.

Enfurruñada porque el manazas-macho, al que desde ahora llamaremos el artista del aquaplas, la ha dejado sola en la incultura de los trabajos manuales, la manazas-hembra se sienta en la precariedad de ese salón lleno de parches de aquaplas, se asoma al ciberespacio, y grita: ¡socorro!

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