martes, septiembre 19, 2006

La noche...

Algo malo tenía que tener Londres. Aparte de los precios, quiero decir. Lo de los precios altos se considera incluido en el pack, igual que en el precio de un billete de cine viene incluida la señora de la fila de atrás que cuenta la peli a las cinco butacas de su alrededor, por si los espectadores necesitan ayuda adicional. Pero me aparto de la cuestión. Decía que algo malo tenía que tener Londres y, tras unos cuantos fines de semana aquí, creo que empiezo a descubrirlo: no hay marcha en Londres. No me refiero con lo de marcha a los restaurantes, que de eso hay para aburrirse. Ni a los pubs, que llevan vida aparte (queridos niños, otro día hablaremos de los pubs ingleses). Pero toda la constelación de discotecas, bares, bares musicales, etecé etecé etecé, llenos de gente pasándolo en grande son como una cuestión de fe: tú sabes que existen, pero nunca los has visto.

Pongamos un grupo de estudiantes españoles cualesquiera (¡he vuelto a la Uni, ueoo, pero sin clases! ¡pregúnteme cómo!) que un viernes por la noche intentan hacer en Londres lo que cualquier persona haría en Madrí (snif), Barcelona, Valencia o Azuqueca de Henares: ir a un sitio a oír un poco de música, acodarse en la barra o marcarse un territorio en la pista, según gustos, y pasar un rato. ¡Ja! Los pobres ilusos... En Londres no se puede. No, no. Que no, caramba. Ahora os lo explico: En Londres todos los bares nocturnos tienen fuera, de serie, tres porteros tamaño armario sobre los que no hay que extenderse porque todo el mundo conoce bien su idiosincrasia particularísima. Pero además, los bares nocturnos ingleses tienen un elemento nuevo desconocido para el espanish medio: Una señorita en la puerta con una lista en la mano. Contra todo pronóstico, la señorita es la que se encarga de fastidiar la diversión, diciendo "You can't get in if not on the list", que en román paladino viene a ser "Si no estáis en la lista, largarse de una vez y no tocar las narices más, puñetas."

Igual da que los estudiantes se ofrezcan a pagar cualquier tipo de entrada, que le cuenten que estudian en la Venerable Institución, que dejen caer que van a ser los ejecutivos del mañana o que dejen traslucir con la mirada el "Ya vendrás a mi banco a pedir la hipoteca, jap...". Ella, ni se inmuta. Yo, con tres gorilas así detrás, tampoco creo que me inmutara mucho, la verdad.

Así que los estudiantes, agotados todos los recursos, se ven obligados a ir a algún sitio de los de "sin lista" donde, por el módico pago de unos 2o pounds (30 euros o, mejor aún, 5.000 pesetazas de las que duelen), pueden estar hasta las 3 en un garito cutre en el que, en Madrí, no durarían ni cinco minutos.

Así que, cuando en el Hola o el Vanity Fair nos enseñan las fotos de Madonna, la Paltrow o la Macca en super fiestas londinenses, no creáis que las sacan por ser cantantes polémicas, actrices oscarizadas o diseñadoras fashion, no. Las sacan porque ellas sí logran entrar. Mis heroínas.

miércoles, septiembre 06, 2006

Londinenses de pro

Tres semanas llevamos aquí instalados y, con esa excitación con que el recién llegado intenta mimetizarse entre nativos, y febriles porque nuestra pronunciación del "th" sea perfecta, nos hemos lanzado a hacer todas las cosas típicas que, pensamos nosotros, uno tiene que hacer en Londonia:

-- Buscar casa. Bien, eso no solo se hace en Londonia, sino en cualquier parte del mundo. Uno llega, se hace un presupuesto, busca, llora, busca otra vez, y encuentra. La variante londinense es que el "uno encuentra" es equivalente exacto de "y otro uno se hace millonario". En mi próxima reencarnación quiero ser landlord londinense porque, adonde hemos llegado, es mucho, pero mucho mejor que ser Lord a secas.

-- El carnaval de Notting Hill. Aunque en todas las guías de Londres pone que desde aquella película el barrio ha perdido autenticidad y está lleno de miríadas de turistas buscando la puñetera librería, es bonito verlo. Sobre todo para quien puede. Lo más cerca que pudimos llegar fue a la fila diez, y además la alta concentración de gente hace que, por lógica, la concentración de cretinos también sea bastante elevada. En definitiva, lo mejor es olvidarse del desfile y pasear por el barrio, comer comida caribeña (deutchecitos: había mamoncillos!), beber leche de coco y bailar en algún "sound point", que es una forma bastante inglesa de llamar a las verbenas callejeras. Vamos, lo mismo que en las fiestas del pueblo, pero en Londres. Y con horario londinense, of course: a las 7, todos a casita...

-- Ver alguna exposición de renombre internacional, si puede ser polémica mucho mejor. Todo el camino hacia el pabellón donde se exponía Bodies - The Exhibition estuve preguntándome qué hacía yo, cagueta prototípica donde las haya e hipocondríaca de libro, yendo a ver una exposición de cuerpos reales despellejados y disecados al mejor estilo de los antiguos museos de horrores. Sin embargo, una vez allí, la cosa cambió. Vale, era escalofriante pensar que esos cuerpos eran de gente de verdad, pero luego empezamos a mirar lo que había dentro y, uf, era impresionante. Tantos músculos, terminaciones nerviosas, vasos capilares, vísceras... y todo en su lugar y perfectamente acoplado. Viendo aquello, se entiende lo de que el hombre es la máquina más perfecta que existe. Como el momento trascendente no podía durar mucho, también hubo tiempo para el "ji, ji, y solo es eso?" femenino ante la contemplación de la anatomía masculina al desnudo (y lo cuento sin complejos porque acabo de leer que es un rasgo antropológico universal, o sea que nada de sacudir la cabeza al leer esto, que lo mismito habríais mirado todos).
A estas alturas, la prensa española ya se había enterado de mi llegada a Londres, así que no pudimos librarnos de las cámaras ni siquiera en la tranquila visita a la exposición. Había un equipo de Cuarto Milenio, el programa del canal 4, preparando un reportaje sobre la expo, así que estad atentos, porque en cosa de quince días saldré dando explicaciones a todo el mundo mundial. ¡ Que alguien me lo grabe, por favor!

- Ver un musical en el West End. Bueno, no sé si puede considerarse algo típicamente londinense, ya que una vez en el teatro, uno se daba cuenta que había más españoles que en la Gran Vía en un día de paseo. Pero lo pasamos en grande. Vimos El rey león, a la espera de que estrenen Sonrisas y Lágrimas con la ganadora de How do You Solve a Problem like Maria (la maruja que llevo dentro rezuma felicidad. Nunca vi OT ni chorradas semejantes y, sin embargo, no me pierdo el casting para la selección de María en el musical londinense, con Andrew Lloyd Weber participando como cascarrabias y todo).

- Excursión dominical a Oxford. Igual que todo el mundo tiene un tío en América, pues yo tengo un primo en Oxford. Y (aunque por poco tiempo), más buenos amigos. Así que allí nos plantamos, a ver iglesias antiguas, dar un paseo por la orilla del Támesis y creer llenos de felicidad que empapuzarse de salchichas y puré de patatas es un acto de integración cultural de primer orden.

- Ir a un pub.
- Volver al pub.
- Descubrir el pub de al lado.
- Abrirse una cuenta en un pub (como lo cuento, totalmente verídico).
- Declarar que los pubs ingleses son lo mejor que hay y quezz poffavo alguien me traiga otra cevveza.
- Volver a casa dando trompicones.
- ¡¡¡YA ESTAMOS INTEGRADOS!!!